ACRRA ABIDJAN EN BUS
Seguro que si has viajado en autobús durante un trayecto largo habrás pensado que es para escribir un libro. Pues, voy a contar la historia del trayecto Acrra-Abidjan. Unos 550 km, una frontera por medio, toda una aventura.
Nos despertamos en Acrra a las 4:00h de la madrugada para llegar los primeros a la estación de autobús y no perder el billete. Aún de noche, esperamos Moumouni y yo en un banco de hierro, medio dormidos. La taquilla abre con retraso, a las 5:50h. Al instante, una mini estampida de personas se dirigen a la ventanilla. Moumouni vigila las maletas mientras yo me lanzo a comprar los billetes. TEN TAUSAN “Ten Thousan” me dice la taquillera. Consigo entenderme como puedo. ¡Vamos a llegar a la embajada como sea!
A las 6:30h de la mañana, el bus tiene previsto salir pero todavía queda hacer otra cola. Hay que pesar todas las maletas y pagar una tasa de equipaje. Justo en ese momento, se va la luz. Ahora hay que esperar a que vuelva. ¿Porque no se puede tramitar todo desde un principio? Porque ES ÁFRICA.
Pagamos la tasa y por fin podemos subir al bus. Y esperamos sentados a que todos los ocupantes acaben sus gestiones. A las 7:00h de la mañana sale el bus de Acrra pero todavía no se sabe cuando llegaremos a destino. Por lo menos el conductor parece prudente. Algo es algo.
Después de 230km llegamos a Takoradi. Hacemos una primera parada en la estación de 15 minutos. Aprovechamos para beber algo y continuar con más energía. Todo iba demasiado bien y, la verdad, que todo vaya a su hora aquí es muy raro. Después de media hora parados, nos avisan por un megáfono medio afónico que el bus tiene problemas y van a examinarlo. Eso significa esperar. La paradita de 15 minutos se convierte en una parada de 2 horas. ¡Ya decía yo!
Cuando se supone que todo vuelve a estar en orden salímos hacia la frontera de Ghana con Costa de Marfil, otros 120km más. Llegamos a las 15:00h a la frontera. Primero hemos de pasar el control policial de Ghana y después el de la policia Marfileña. Casi nada. Moumouni me va dando ánimos; tranquila ¡todo va a ir bien!
Un señor sube al bus y nos da instrucciones de como proceder. Hemos de entregarle a el todos los pasaportes (dar tu pasaporte a un poli allí en medio, es algo que te hace sentir muy vulnerable) y al bajar, enseñar el carnet de vacunación a otra persona. Los 35 ocupantes del bus bajamos en fila india y vamos a rellenar la ficha de control en la típica caseta cutre de la policía, pagando después de la gestión claro.
Una vez sellados los pasaportes han de revisar todas las maletas, una por una. Abrir el maletero y revisar todo. Al terminar ya podemos pasar a 500 metros más adelante, a pasar el control de la policía Marfileña. Y Vuelta a empezar. Bajar, rellenar ficha, revisar maletas una a una… Esta gestión acaba durando 3 horas y media.
La policía Marfileña empieza a requisar maletas por llevar mercancía para vender. Tres mujeres comerciantes van en nuestro bus y empiezan a discutir con la poli desesperadamente. Se lo retienen todo hasta que paguen. Las mujeres siguen discutiendo, defendiendo sus derechos. Los demás, esperando fuera del bus bajo la lluvia. No te dejan subir al bus hasta que todos acaben. Así que, de pie, esperando.
Mientras las mujeres discuten el señor que tiene nuestros pasaportes se digna a devolverlos. Llama a las personas mal por su nombre, no sabe pronunciarlos o no sabe leer, una de dos. La gente se pone nerviosa y se genera una aglomeración en busca de la documentación. Moumouni y yo seguimos en estado de espera sin ver resultados claros. Todos hablan, gritan, discuten.
Por fin llega un poco de calma al ambiente. Ya tenemos los pasaportes en mano para entregarlos a la policía otra vez. ¡Dieu est grand! suelta uno al coger su pasaporte. La Fe nunca hay que perderla sobretodo en determinados momentos.
Un poli me pregunta de donde soy ya que soy la única europea del bus. Suerte que barcelona y el Barça caen bien. Me deja pasar ya que tengo todos los papeles y visados en regla.
Moumouni me espera y juntos salimos de la caseta policial. Pero, No esta el bus. ¿Porqué? Pues ni idea. Un policía nos dice que hemos de caminar todo recto hacia allí. Acojonante. Así es como entramos al país, caminando. En línea recta y sin perder de vista a los ocupantes del bus por si acaso. Parecemos refugiados, ese es el sentimiento. No queda otra que ir tirando hacia adelante, cumpliendo las ordenes del poli, y llenos de barro por la lluvia. Mas o menos después de un par de kilómetros vemos el bus. No sabes la alegría que me entra. Ese dichoso bus es lo más en ese momento. Moumouni me sacude el pantalón lleno de barro antes de subir de nuevo a nuestros asientos.
El conductor del bus se cambia por otro. ¡Un aprendiz! Justo lo que faltaba ahora, hacer prácticas en Costa de Marfil, un momento ideal. Mientras, otra persona pone un cartel en el cristal del bus; “Convoi humanitario”. Y arrancamos escoltados por militares, vaya gracia. La verdad que la entrada a Costa de Marfil ha sido increíble. Muy diferente que en otros países. Impone. Pura selva a los lados, casi de noche y escoltados.
Me medio encojo en el asiento ya que vamos en primera fila. No sabemos que va a pasar. Es algo nuevo para nosotros. La carretera esta desértica y ni siquiera vemos a los escoltas. Aun quedan casi 200km para llegar a Abidjan.
De repente una luz parpadea. Es un control militar. El bus para y el escolta nos adelanta, ufff que bien. Tres militares nos alumbran desde fuera con linternas. Me escondo detrás de la cortina del bus. Impone bastante ver a estos tíos con metralletas colgando como si fueran juguetes. Fuaaaaa, ¡Superado! El bus sigue hasta pasar siete controles más. Los militares van retirando las barreras de pinchos situadas en medio de la carretera. En cada control suenan comentarios desde dentro del bus; “Mira ese poli que barrigón que tiene” o cualquier chorrada que en ese momento rompe el hielo en un silencio compartido.
El bus se convierte realmente en una pequeña familia. Con sus más y su menos…
Después de casi 200km por tierras Marfileñas en plena noche, paramos en una aduana, ¡Cágate! lo que faltaba. Después de 15 horas en bus, agotados y con la vegiga llena de pipí, hay que revisar una a una las maletas. Las comerciantes ya en su salsa, vuelven al ataque. Discuten, gritan y se resisten. Los demás agotados solo queremos avanzar. La poli les pide más dinero «como siempre» y al final pagan para no perder el poco comercio que ya les queda.
Al poco rato de cobrar, la policía militar vuelve a subir al bus con su metralleta colgando a la altura de la cintura. Al estar en primera fila, me pregunta si ¿soy Libanesa? Le contesto sin más; No, soy española. Y me dice que felicidades, que hemos ganado la copa del mundial… ya no se que decir… en tono impersonal le afirmo que sí, somos CAMPEONES. Pero sin demasiada alegría, por si acaso.
A las 21.45h por fin llegamos a Abidjan. El bus para en una zona para dejar a la mitad de los ocupantes y continuamos hacia el centro para coger un taxi hasta el hotel.
¡LO HEMOS CONSEGUIDO!
- No tengo fotos de Costa de Marfil porque estaba a punto de entrar en una guerra civil y dejé la cámara guardada por seguridad. Solo 15 días después de este viaje, se desencadenó la guerra civil. De verdad que se sentía en el ambiente algo muy raro y daba miedo salir del hotel. Cada tarde los militares ocupaban la ciudad por las calles, daba respeto y por primera vez tomé precaución sin fotografiar nada.
Etiquetas: autobus, transporte publico
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