DE COSTUMBRE A COSTUMBRE. Y DE EXTREMO A EXTREMO.
Después de pasar un tiempo en España, ayer llegué de nuevo a casa. Bastante tiempo como para sufrir de nuevo un choque cultural considerable.
Llegamos Moumouni y yo cargados de 20.000 cosas para repartirlas en los próximos días. Equipaje completo y permitido por Air France, 55 kg cada uno entre maletas y equipaje de mano.
El aeropuerto de Ouaga por eso, empieza a molar. Antes había una cinta mecánica medio oxidada que cada dos por tres se estropeaba. Ahora la han arreglado y va tan rápida que tienes que acertar a la primera para poder cazar tu maleta sin ocasionar una colisión tipo efecto dominó. UN, DOS, TRES. LA TENGO, LA TENGO! Uf, ¡por los pelos!. BIEN. A por la siguiente!.
Al salir del aeropuerto nos recibe Soule, el primo de Moumouni. Como no, lo primero saludar a mi Querido Primo, que en el fondo y después de haber convivido mucho tiempo bajo el mismo techo, con lo bueno y con lo malo, nos queremos un montón. Le doy un abrazo espontáneo y nos pasamos media hora preguntándonos sobre nuestras respectivas familias, mientras caminamos hacia el coche. TODO GENIAL, COMO SIEMPRE.
Y entonces, Respiro. El olor me confirma que estoy de nuevo en África. Ese aroma a tierra, que va penetrando poco a poco en tus sentidos despertando a la vez, ese anhelo por lo esencial.
Los primeros pasos por la ciudad, ya de noche, son de los más chocantes. Cero luz y a penas gente por la calle. Nada que ver con el movimiento de Barcelona, que sea la hora que sea, siempre hay luz, gente y circulación por las calles. En África el movimiento transcurre durante el día. Durante la noche queda todo prácticamente desértico, exceptuando las cuatro calles céntricas de la ciudad.
Toda emocionada, agarrándome instintivamente a las costumbres Españolas con las cuales he aterrizado, pienso: Es aquí. Sí sí, no me he equivocado. ESTAMOS EN OUAGA. ¡BIENVENIDOS!.
Entre calles desiertas y forzando la vista un 100% para poder ver algo, nos dirigimos a casa.
Al llegar, la perrita me huele y me reconoce tirándose encima mío de alegría. Las cosas empiezan a ser como antes.
Cuando me instalé en Burkina, pasé dos años seguidos en la capital. En 24 meses volví solo una vez a España para pasar un mes, que pasó sin darme cuenta. El vivir realmente el día a día, un mes tras otro, sin stop, sin a penas una pausa navideña española, sin mis costumbres durante tanto tiempo seguido, me enseñaron realmente como funcionan las cosas aquí. Nada que ver cuando iba y venía a pasar temporadas de algunos meses. Entonces, conocía la parte idílica que se suele conocer de África. El África soñada por muchos.
Necesitaré unos días para adaptarme de nuevo y soltar ciertas costumbres que en Barcelona me servían pero en África, simplemente dejan de tener la misma importancia.
Me siento Feliz de conocer verdaderamente los dos extremos, que me han permitido valorar muchas cosas que antes no era consciente que las tenía en mi propio País y otras, tan esenciales que me ha enseñado África en su día a día.
Intento abrir la puerta de casa pero la llave no encaja. La cerradura hace tiempo dejó de funcionar. Anda que yo también… no había caído en algo tan evidente que cuando estás aquí ni te sorprende, porque es muy normal.
Me río al verme intentando abrir la puerta de mi propia casa después de algunos meses. Todo cambia. Hasta la sensación de tu casa. Antes la veía guapa. Ahora, un poco rara. Y lo bueno, que volverá a ser guapa en unos días!.
Aprovecho para agradecer a todas aquellas personas que me han ayudado a recopilar material para poder llevármelo a Burkina Faso. GRACIAS; Menchu, Carlos, Mónica, Jorge, Chema, Silvia, Imma, Moumouni, María Enela, Madrinas, Mamá y Andrea. ¡GRACIAS !.
Etiquetas: choque cultural
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