Cuando volví de África para instalarme definitivamente en mi país, viví un duelo donde mi mundo se vino abajo. Me sentía dividida y añoré con todas mis fuerzas lo que fue mi vida en África. Me costó mucho adaptarme de nuevo a Barcelona y poco a poco fui superando el duelo. Al final, comprendí que lo que sufrí fue un choque cultural REVERSO con todas sus etapas.
Sin duda, Nubi (mi perrita africana) fue la que me inspiró y me ayudó a caminar juntas de nuevo. Desde que subió al avión rumbo a Barcelona, nuestra aventura fue diferente. Ya no había tierra, ni otros perros salvajes que entre gruñidos y mordiscos aclaraban sus peleas en la calle. Ya no estábamos en África.
Toda aquella comunidad, vivencias tan primarias, tan conectadas con la naturaleza, tan extremas. De repente de un día para otro, dejan de existir cogiendo un vuelo de tan solo seis horas. Pero Nubi y yo sabíamos que nuestro vínculo con África jamás se perdería.
En aquella época me apunté a la escuela Ateneu de Barcelona para finalmente realizar una formación de tres años: Narrativa I. Novela I. Novela II. Decidí escribir para canalizar todo lo que sentía. Y Nubi fue mi inspiración, escribiendo a través de sus ojos lo que fue el choque cultural.
Y así fue cómo juntas conseguimos adaptarnos y superar todos los obstáculos: No fue fácil pero justo por eso la historia es más emocionante, porque nos lo curramos:
Nuestros primeros paseos por Barcelona fueron curiosos. Ir con correa era complicado, limitaba aquellos movimientos de supervivencia que tanto habían funcionado en África para salir corriendo ante cualquier ataque. Llevaba a Nubi con una correa corta, a mi lado. Del otro lado de la calle, se nos acercó corriendo un perrito Yorkshire super emocionado con su correa extensible de no se cuantos metros. Corría con la cola moviéndose a mil por mil. En cuestión de segundos, le hice un gesto a la dueña con la mano para que parara a su perrito si no quería verle apuros. Al no estar en un mundo acostumbrado a la supervivencia, el perrito se tiró al lomo de Nubi a jugar. Los gruñidos de leona fueron tan exagerados, que pensé que había sangre pero todo quedó en un susto, un posible trauma para el pobre Yorkshire y una dueña cabreada conmigo.
Tuve que enseñar a Nubi a relacionarse de otro modo pero sobre todo enseñar al resto a acercarse a ella respetando su espacio y comprendiendo del lugar que venía.
Gracias a Nay un educador canino que encontré en mi camino fue posible. Recuerdo la primera visita para evaluar la situación. Nubi gruñendo y mordiendo su brazo protector. Parecía el típico programa de César Millán, me encontraba en apuros y a la vez no tenía claro cómo íbamos a caminar a partir de ahora.
Las primeras prácticas fueron para enfrentar aquellas situaciones que tanto miedo daban. Pasear con otros perros era una de ellas. Hasta ahora y después del Yorkshire, cruzaba la calle o esquivaba a otros perros. El educador me dejó cuatro correas con sus perros y me dijo; Méte a Nubi en la manada y paséala con todos mis perros. Os juro que pensé que era un Kamicaze que quería perder a alguno de sus perros. Me dijo: No pares, no dejes de caminar pase lo que pase.
Madre mía, Nubi gruñendo con los colmillos fuera, parecía que paseaba a la típica bola de gatos cuando se pelean. Nubi medio ahogada con su correa que se le había enrollado en el cuello de tanta pelea. Sus gruñidos cada vez más fuertes asustaban, y el educador detrás gritando: ¡Muy bien Marta, continua! Tensa más la correa, tira a Nubi hacia adelante, hazle caminar. Llegó un momento que pensé que tiraba de una manada de perros malheridos. Hasta solté un grito al aire: ¡Nubi coño, como me la lías tía! Vamossss.
Llegué hasta el final de la calle y Nubi toda mona, me miró de reojo como siempre. Como si todo aquello no fuera con ella… Yo sudando y blanca, respiré mirando a aquellas criaturas. No habían heridos, no había sangre. Sí que estaban un pelo flipando pero, ¡lo conseguimos!
Ahí empecé a confiar en mi leona preferida.
Las pruebas eran cada vez más complicadas. Entrar en una vivienda con gatos y que no se comiera a ninguno. Soltarla sin correa y conseguir que no atacara a nadie. Que la acaricien las personas y marcarla cuando empezaba a ponerse literalmente Punki (erizaba todo el pelo del lomo). Conocer sus señales corporales y movimientos para saber cuando marcarla como jefa de la manada fue clave. Y también avisar a los demás para no entrar en terreno complicado sin saberlo.
Fue todo un viaje lleno de aventuras. Gruñó a toda mi familia, ya era un clásico (a ver a quien le gruñe más, se picaban entre ellos) pero lo mejor de todo es que ya sabían como acercarse a ella. Mis sobrinos eran los mas listos, lo pillaron rápido y a los tres gruñidos ya aprendieron. Nubi se pudo relacionar con todos desde la comprensión. Conseguimos convivir con un conejito de compañerito. Mis sobrinos la pasearon sin problema (siempre con supervisión), y me la llevé a todas partes sin bozal… Nunca en la vida tuve una mejor compañera.
Nubi ha vivido 14 años inseparables conmigo, SIEMPRE JUNTAS, enfrentando todos nuestros miedos, sin dejar de caminar y de luchar hasta conseguir adaptarnos y vivir sin miedo, con confianza y con mucho amor.
De África vivimos en Barcelona y conoció el mar, la montaña, la nieve… viajó en avión, tren, barco…
NUBI (MI TROCITO DE ÁFRICA)
15 de julio 2009 – 15 de noviembre 2023
JAMAS TE OLVIDARÉ MI LEONA
JUNIO 2012 ATERRIZADAS EN BARCELONA
En el Ferry hacia Ibiza ¡Siempre juntas!
En la Barceloneta
De compras por el centro de la ciudad
¡CONOCIENDO LA NIEVE EN BAQUEIRA!
Al fin hicimos algún colega…
En la montaña
La primera vez en el mar
En la peluquería
Entre nosotras ya nos entendíamos
De excursión…
¡QUE PACIENCIA CON DUNO, TU COMPAÑERITO!
UNA PERSONALIDAD ÚNICA. MI NUBI
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