Cuando volví de África para instalarme definitivamente en mi país, viví un duelo donde mi mundo se vino abajo. Me sentía dividida y añoré con todas mis fuerzas lo que fue mi vida en África. Me costó mucho adaptarme de nuevo a Barcelona y poco a poco fui superando el duelo. Al final, comprendí que lo que sufrí fue un choque cultural REVERSO con todas sus etapas.
Sin duda, Nubi (mi perrita africana) fue la que me inspiró y me ayudó a caminar juntas de nuevo.
Decidí escribir para canalizar todo lo que sentía. Y me apunté a la escuela Ateneu de Barcelona para finalmente realizar una formación de tres años: Narrativa I. Novela I. Novela II.
Os dejo algunos fragmentos que pude escribir después de horas de clases, planificación de textos y ejercicios. Fue todo un reto y, aunque todavía no he acabado la historia, quería compartir algunos textos sueltos de algunas escenas.
Sinopsis de la Novela: «NUBI»
A través de los ojos de Nubi, una perrita de Burkina Faso, nace esta historia de diferencias entre el mundo occidental y África.
Nubi crece en un poblado de África hasta que un día, Serena se la lleva a Barcelona. Un cambio que le hará sufrir un choque cultural, pasando por todas sus fases; la pérdida de identidad en el nuevo lugar, el rechazo a las nuevas costumbres, la añoranza de sus raíces y finalmente la búsqueda de un nuevo propósito sin dejar de ser quien es.
Capitulo III – Nubi y Souley de camino al mercado
El suave silbido de Souley la despertó. Todavía era de noche. Se acicaló con la lengua rasposa, estiró las patas y salió de la casa. Souley la esperaba montado en su bicicleta. Cruzaron el pueblo en un silencio que rodeaba las chozas de adobe. Algunos murmullos empezaban a oírse en el interior de los patios; bebés que pedían su ración de leche, el canto del primer rezo y algún ronquido de los que todavía dormían. Las gallinas cacareaban paseándose por las calles picoteando cualquier cosa a su alcance. Los polluelos seguían a su madre.
Olía a tierra mojada, había llovido por la noche y los mangos amanecían limpios de polvo. Los hierbajos asomaban sus brotes verdes alrededor de los campos. Le encantaba sentir el aire en su piel y percibir los olores de la naturaleza despertando poco a poco cada uno de sus sentidos.
Capitulo III – Souley y Serena en África
Souley se descalzó, extendió la esterilla de colores y se acomodó en ella. Serena colocó incienso para evitar el ataque de insectos y se sentó a su lado. Las cigarras cantaban con el bochorno del atardecer, las gallinas dormían bajo el Mango y las moscas revoloteaban por todas partes.
El calor era intenso y la digestión se hacía lentamente. El tiempo parecía que les había cautivado en ese momento. Estaban relajados, se notaba en su manera de hablar, en el tono de las palabras y en los murmullos cálidos como los atardeceres inesperados después de una buena tormenta. Se miraban, sus ojos brillaban y sus gestos hablaban por sí solos. Parecían dos niños. Se acariciaron las manos observándolas como si fueran desconocidas.
Capitulo IV – Nubi en las calles de Barcelona
Con la mirada clavada a lo lejos, Nubi intentaba visualizar el fin de la calle. El asfalto abría paso hasta perderse en el horizonte dónde apenas se veía un rastro de cielo. ¿Cuanto tiempo habrían dedicado a cubrir toda esa tierra? Los coches circulaban por ambos lados. Empezó a darse cuenta de la inmensidad de la ciudad. El ruido invadía todo lo que encontraba a su paso. Los árboles, encajados en minúsculas parcelas de tierra, se alineaban en los bordes de la calle. La gente caminaba acelerada. Se paró aturdida. Perdía el rastro de Serena. Un rastro que no volvería a recuperar si seguía avanzando. Ese aroma dulce que había permanecido junto a ella desde que era un cachorro, se esfumaba entre ruido, cemento y edificios. Se asustó y quiso retroceder, pero su instinto, más fuerte que nunca, luchaba por volver a sus orígenes.
Capitulo IV – Nubi recuerda cuando conoció a Serena
El sol estaba en ese punto en que lo teñía todo de color naranja. Las paredes de adobe, la tierra y las ramas de los árboles reflejaban el tono del atardecer. Su pelaje se confundía con la misma tierra. Un atardecer que se despedía lentamente. Se podía ver como salía el humo de los patios de alrededor, dónde las mujeres solían preparar el fuego para cocinar. Los lagartos se acercaban a cazar algún mosquito despistado.
Estirada en su trapo, observaba a Serena. El silencio del anochecer era cada vez más profundo. Se oían los murmullos de algún vecino, el rebuzno de un asno en la lejanía, todo parecía estar cerca. El canto de los grillos te arropaba a saber a cuánta distancia.
—¡Nubi! Éste será tu nombre —exclamó Serena cerrando el libro que leía con la ayuda de una linterna.
Al escuchar su nombre, levantó las orejas y movió la cola. Intentó trepar para subir al colchón. Pero Serena la cogió del cogote y la puso de nuevo en su trapo.
—Lo he sacado del libro —dijo. «Nubi» es un escarabajo superviviente del desierto de África —exclamó.
Nubi escuchaba la dulce voz de su ama. Serena le explicó que el pequeño escarabajo, para lograr sobrevivir a las altas temperaturas del desierto, escalaba una duna hasta que ya no podía más. Entonces, una gota de sudor se formaba en su abdomen y así podía beber.
Capitulo V – Adama y Nubi en Barcelona
—¡Eh! —dijo un hombre alzando uno de sus brazos.
Nubi se detuvo. Esa voz le resultó familiar. Todavía jadeando y con la lengua fuera, alzó la vista y miró a aquel hombre. Como si ya le conociera, su cola se movía de un lado a otro.
—¡A ti te conozco! —dijo el hombre sosteniendo una botella de un color anaranjado en la mano.
Desprendía una mezcla de olores. Un fuerte olor a humedad que envolvía su fina chaqueta, olor a jamón rancio a la altura de su bolsillo y, sobre todo, desprendía un olor intenso a alcohol que se imponía al resto. Pero, tras todos ellos, pudo percibir el aroma a su tierra. Levantó las orejas y se relamió el hocico, dejándose llevar por el olor a comida del interior del bolsillo.
—¡Sí! Tú eres una perrita africana —dijo esbozando una sonrisa.
Percibía una cercanía entre ambos, más allá de las apariencias.
—Allí solo hay una raza. ¡Son como tú! —continuó mientras daba un trago a la botella casi vacía.
El hombre hablaba sin pronunciar bien las palabras que, salían de su boca sin tiempo a entonarlas. Daba la impresión que se ahogaban en el aire buscando algo de comprensión.
—Y ¿cómo has llegado hasta aquí? —exclamó frotándose los ojos, como si no acabara de creerlo—. Pensaba que los que nos aventurabamos en patera era cosa de humanos, no de perros.
Nubi ladeaba la cabeza según el tono de sus palabras. Sus gestos y su manera de hablar le transmitían tranquilidad, olvidando por un momento el caos de la gran ciudad.
—Yo me llamo Adama. Aquí me llaman Adam. La gente dice que es más cómodo. Una vocal más, una vocal menos ¡Qué más da!
Seguía hablando como si no hubiera podido hacerlo con nadie en mucho tiempo. Sentada frente a él sus orejas permanecían levantadas y seguían el tono cantarín de su voz.
—Llevo ya catorce años. Se dice pronto, eh —continuó Adama—.
Alzó su patita delantera y la puso sobre su regazo. Adama aprovechó para tocarle la cabeza. Notó la piel endurecida de sus manos, quizás el frío habrían podido con ellas.
—¡Qué pelo tan fino! —exclamó acariciando el pelaje—. ¡Muy limpia estás tú para vivir en la calle! —insistió.
Adama seguía sentado. Cuidadosamente, repasó las arrugas de su frente con las yemas de los dedos. Su piel estaba muy arrugada, parecía mayor. Pudo ver sus ojos; grandes, apagados, como si su mirada se escondiera detrás de una tela transparente que los difuminaban. Aquellos ojos eran muy diferentes a los que solía ver en Tiébele.
La tarde empezaba a caer en el interior del parque. El banco de madera le abrazaba y por el momento parecía que no tenía intención de levantarse. Su cuerpo permanecía sin moverse demasiado, como si esperara algo.
Con los brazos apoyados sobre las rodillas, aguantaba la botella con la mirada perdida en aquel parque.
…………………………….FIN………………………………
En el Ferry hacia Ibiza ¡Siempre juntas!
En la Barceloneta
De compras por el centro de la ciudad
Conociendo la nieve. ¡Pistas de Baqueira!
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